ARTE | PENSAMIENTO | LAS COSAS QUE TE HACE PENSAR EL ARTE
CAPÍTULO V. ALGO MUY PERSONAL. ME QUEDÉ EN SHOCK Y PENSANDO.
Por
Ceres Adriana García-Baquero Velasco
Post #6

Este lunes, después de haber pasado un día desconectada del mundanal ruido para poder trabajar sin distracciones, al volver a casa, te acercaste a mí y me dijiste «No sé si contártelo».

Estaba claro que se trataba de una mala noticia pero «¿Qué ha pasado?».

En mi mente empezaban a fraguarse conjeturas, aunque algo en tu mirada y en tus palabras me llevaban a intuir que en esta ocasión se trataba de algo muy personal.

«La Catedral de Notre Dame arde». No podía creerlo. Me quedé en shock y pensando.

Recordé aquellos dos momentos de la historia de Francia, de la historia del mundo.  El primero, el de la Revolución Francesa. El segundo, la posterior ocupación nazi.

Hechos que estuvieron a punto de incluir entre sus hazañas la destrucción de Nuestra Señora de Paris. Así mismo titulaba Víctor Hugo aquella famosa novela, recordada por personajes como Esmeralda ‘la gitana’ y Quasimodo 'el jorobado de Notre-Dame', recreada bajo la mirada de ‘La cathédrale de Paris’.

«C'est douloureux. J'ai mal au coeur» («Es doloroso. Me duele el corazón», del francés al español), expresa una mujer francesa entrevistada mientras tiene lugar el incendio.

Arde el corazón de París en 'La Île de la Cité’, lugar de nacimiento de la ciudad fundada por la tribu celta de los Parisii durante el siglo III a. C. quienes celebrarían sus rituales hasta que los romanos erigiesen su templo al dios Júpiter.

«Más allá de si eres católico, creyente o no, todos tenemos el mismo apego a Notre Dame porque es un símbolo de Paris. Es el refugio de la Historia de Francia, donde hemos compartido la alegría y la tristeza de nuestra historia». Estas palabras, de un ciudadano francés anónimo, me traen a la memoria 'Diplomacia', película del director Volker Schlöndorff quien, en una entrevista y aludiendo a la escena en la que el cónsul sueco Nordling intenta persuadir al general nazi y gobernador de la Paris ocupada Dietrich Von Choltitz, para que no se accionen los explosivos situados en diferentes emblemas de la ciudad como 'Notre Dame' expresa que «Incluso aunque ya no creamos en Dios la catedral esta allí para recordarnos cómo llegó nuestra civilización a donde estamos. Sin esas piedras estaríamos sin memoria, y sin memoria no hay civilización».

Ya antes, en 1966, la película de René Clément  ‘¿Arde París?’, en la que Orson Welles interpreta al diplomático sueco, basada en la novela histórica que lleva el mismo título, escrita por Dominique Lapierre y Larry Collins (quienes tomaron referencias directas de decenas de testimonios de los supervivientes), recrearía aquellos momentos previos a la liberación de París. Nos situamos en la Francia ocupada por Hitler quien ante la inminente llegada de los aliados expresaría que Paris nunca caería en sus manos «salvo siendo un montón de escombros».

Aquel loco 'Führer', meses antes, un 28 de junio de 1944 y después de su visita a París, tras ver la tumba de 'Napoleón I' en 'los Inválidos' expresó a su fotógrafo personal, «Ha sido el momento más bello de mi vida». Aquel 'Führer' que dos meses después, desearía ver arder a la París que no podría poseer.

Se cuenta que el general Dietrich Von Choltitz, a quien este ordenó llevar a cabo la destrucción de 'La ciudad de la Luz', incumplió la orden. En torno a los motivos que llevaron a este oficial nazi a no destruir la bella Paris no están del todo claros. No se sabe si fue por la belleza de la propia ciudad, la retórica diplomacia del cónsul sueco o simplemente el posible 'salvoconducto' que, este acto de rebeldía frente a un Hitler que empezaba a perder la confianza de los suyos, le valdría de aval frente a los aliados.

Historias de intentos fallidos de destrucción de Nuestra Señora de ‘La Rosa sin espinas’, de 'María la protectora de París', símbolo de aquel culto mariano que humanizaría un poco más a un cristianismo que comenzaba a recrearse en la belleza, en el arte, a través de la arquitectura imponente de una catedral pensada para enardecer la potencia de la vida y la fuerza de la creación. Asombro hacia una ciencia del arte arquitectónico que esculpe rosas (traducción del latín rosetón) en sus muros para dejar que la luz llegue, atravesando vidrieras, a un interior de penumbras.

Una catedral construida sobre restos de un templo romano que en tiempos pasados rindiese culto al dios Júpiter, 'dios de dioses'. Sobre el que posteriormente se construiría la primera iglesia cristiana de París en honor a Saint Etienne proyectada por Childeberto I alrededor del año 528 y, posteriormente, una segunda iglesia románica que perduró hasta 1163 cuando el obispo Maurice de Sully decide la construcción de la que sería la 'maravilla de la cristiandad', la catedral dedicada a la Virgen María, a 'Notre Dame', poniendo la primera piedra. En el año 1258 los arquitectos Pierre de Montreuil y Jean de Chilles terminarán las fachadas norte y sur.

Al verla arder no pude evitar pensar en ella como en un ser vivo más allá de sus inertes piedras. Pensé en su nacimiento, en el siglo XII. Luego recordé aquella 'Revolución Francesa', donde la ignorancia de la turba enardecida protagonizó uno de los capítulos más trágicos de 'Notre Dame', quienes confundiendo las estatuas de la 'Galería de los Reyes de la antigua Israel' con una representación de los reyes de Francia destruyeron gran parte de sus elementos ornamentales saqueando también sus tesoros.

Este suceso le valió para crecer con una restauración a mediados del siglo XIX, que le trajo cambios radicales en pleno apogeo del romanticismo, liderada por los arquitectos Jean-Baptiste Lassus y Viollet-Le-Duc. A estos se les deben las famosas gárgolas que observan bajo sus grotescas muecas las luces de Paris.

«Acaba de derrumbarse», anunciaría Emmanuel Grégoire adjunto a la alcaldesa Anne Hidalgo. Un quejido improvisado, compartido, escaparía de esas miríadas de miradas que contemplábamos caer la emblemática aguja que durante estos dos últimos siglos se había elevado sobre ‘El bosque’ de Notre Dame, nombre dado a la estructura de madera del techo interior de la Catedral. Esta, formada por unas 1300 vigas que salieron cada una de un único árbol de bosques de roble (de ahí su nombre), ya en el siglo XII contaba con una antigüedad de hasta 400 años según se cree que tenían los árboles.

Paradójicamente, se baraja -como origen de este desastre- que el fuego tuvo lugar en las obras de restauración que se estaban llevando a cabo en el templo, aunque, también se apunta a que pudo comenzar en ‘El bosque’.

«La Catedral de Notre Dame arde». No podía creerlo. Me quedé en shock y pensando. Arde el corazón de Paris, en ‘La Île de la Cité’. Definitivamente se trata de algo muy personal.

 

Imagen: Fotografía de Jean Pierre Yves Petit (Burdeos, 1886 – París, 1969), ‘Vistas desde Notre Dame’, 1910.

--------------------------------------------------------------

Por Ceres Adriana García-Baquero Velasco.

Pedagoga, Lda. en Ciencias de la Educación (Universidad de Sevilla), Gda. en Bellas Artes y postgraduada en Historia del Arte.

Experta en Gestión del Patrimonio y la cultura (Universidad de Sevilla).

Docente, artista visual redactora de contenidos en diversos medios de divulgación científica y cultural.


Puedes dejar tu comentario aquí o escribirme a: ceresgbv@hotmail.com

Puedes visitar también: https://ceresgbv.wordpress.com/

Comparte