Cumpliendo las órdenes del Oráculo, vuelve Orestes a su patria, acompañado del fiel Pílades, y llega al lugar donde se alza el túmulo de Agamenón al tiempo que a él se encaminan las esclavas de Clitemnestra, portadoras de las libaciones que la reina ofrece a los manes de su esposo para conjurar los peligros con que en sueños se ha visto amenazada. Se había unido a ellas Electra, a quien luego con vanas señales se da a conocer Orestes. Satisfácese de todo cuanto ocurre, y ya advertido, dirígese a palacio fingiéndose viajero focense, que al pasar por Daulia recibió encargo de comunicar a los deudos del príncipe la nueva de su muerte. Cuando lo oye, Egisto sale regocijado a certificarse de la verdad e, incontinenti, es muerto. Acude a sus ayes Clitemnestra, y también pierde la vida a manos de su hijo, sin que le valgan las razones con que intenta defenderse. Pero cometido el horrendo parricidio, las Furias se apoderan de Orestes, el cual huye a Delfos, siempre perseguido por las tenaces vengadoras.