En ese cotidiano me-van-a-oír consiste la aspiración de quien pretenda ser un animaña con la mínima condición exigible. Música, maestro: el vivaracho del barrio, el más vivo forastero, el muerto de gracia, el espíritu de los tiempos. Y la letanía de santos y espectros, desde Leandro a Isidoro, de Agustín a Lorenzo, de Justa a Sebastián, que están recogiendo la mesa.