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Sevilla c/Parque de Grazalema s/n
Llega el verano, o las vacaciones de Semana santa, o incluso las vacaciones de Navidad, y nos sentamos entusiasmados en familia, o delante del ordenador, a preparar nuestro viaje; el viaje del año. Ése que nos permite irnos lejos, ya sea física o mentalmente, y en el que nuestras expectativas vuelan hacia grandes aventuras. Y no sabemos muy bien por qué, esas aventuras en nuestra cabeza siempre tienen que ver con países exóticos, paisajes salvajes y animales como tigres, leones o elefantes. Y, la mayoría de las veces, es aquí, justo en este preciso momento, cuando empiezan los problemas… De repente nos encontramos reservando un viaje a lomos de un elefante en Tailandia, o comprando entradas para un zoo súper exótico en el que te dejan tocar a los animales, o en el que puedes coger algunas crías en tus brazos y darles el biberón, o en el que incluso nos sorprenden con un elefante que juega al baloncesto o pinta un cuadro. Y “qué bonito, qué gracioso cómo pinta”, pensamos. Y sacamos la cámara y hacemos un vídeo y unas fotos que luego enseñaremos a todo el mundo. Pero lo que no sabemos, lo que a veces no podemos llegar ni a imaginar, es que estos animales han sufrido desde el primer día que les trajeron aquí; que probablemente les arrebataron su libertad cuando eran unas crías, que para ello algún miembro de su familia, y en ocasiones todos, murió por defenderle; que le sometieron a un duro entrenamiento que la mayor parte de las veces implica una gran violencia, que los chantajean con la comida, que cuando los visitantes se van vuelven a sus jaulas o pasan mucho tiempo atados…y muchísimas cosas más. Ésta es la verdadera historia de todos los animales que viven explotados por la gran industria del turismo, aquí y en Pekín. Estas son quizás situaciones claras, que nos sorprenden, nos emocionan y nos dejan huella. Pero lo cierto es que, a otra escala, están mucho más presentes de lo que imaginamos. A veces no hace falta cruzar hasta el otro lado del mundo; puede ser cuando visitamos el zoo del pueblo de al lado, o nos hacemos una foto con un halcón en una exhibición, o con un camello en una feria, o decidimos dar un paseo en coche de caballos por la ciudad. Y la realidad es que estas situaciones se repiten cada vez más, en todo el mundo, y con ello el drama para millones de animales. Sí, drama, porque les robamos su vida, su libertad, y al igual que para nosotros, los animales humanos, no hay nada más importante. La experiencia nos ha enseñado que la mayoría de gente que se ve involucrada en una situación así, lo hace por desconocimiento, pero luego, cuando viven la situación y se ven envueltos por el ambiente, el contexto, las emociones, por sí mismos acaban viendo este sufrimiento y siendo conscientes de la injusticia que se comete con estos animales. Desafortunadamente hay un grupo de esta gente, que conoce la situación de antemano, que es advertida por otros/as que ya la vivieron, y que aun así decide seguir adelante con la actividad porque anteponen su propia satisfacción personal, hoy en día un simple SELFIE, o que piensan “por una vez que yo lo haga, no va a pasar nada…” A ellos/as también nos dirigimos, siempre, y seguimos luchando para hacerles ver que su pequeño gesto sí que cuenta. Es por todo esto que nació la campaña de Turismo Responsable con los Animales, con el objetivo de ser la voz de estos animales, de dar visibilidad a todas estas situaciones de maltrato, abandono o negligencia que sufren día tras día, y también con el objetivo de, simultáneamente, informar y alertar a las personas, crear conciencia, y llevarlos a la reflexión; a levantar el telón, a plantearse qué implica para todos esos animales nuestro momento de “divertimento y ocio”, y a pensar en si robarles la vida y la libertad es algo que podamos, irónicamente, “tomarnos la libertad” de decidir nosotros.
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