Este sendero, de escasa dificultad pero gran valor botánico, nos invita a descubrir uno de los bosques de ribera mejor conservados de la zona. Comenzando en la Pasada de Algeciras, el camino serpentea junto al arroyo, rodeado de una variada vegetación: almeces, quejigos, encinas, alcornoques y lentiscos crean un entorno sombreado y fresco, ideal para una caminata tranquila.
A pocos minutos del inicio, nos adentramos en una antigua cantera abandonada, un lugar que sorprende por su belleza erosionada. Siguiendo el curso del agua, aparecen pozas cristalinas, talladas por el paso del tiempo y utilizadas por el ser humano desde hace siglos. El paisaje se transforma gradualmente, dando paso a un bosque de ribera más típico, donde alisos, fresnos y almeces dominan la escena. El arroyo, con su fluir constante, esculpe su cauce en la piedra caliza, creando un espectáculo natural de rocas pulidas y pequeños rápidos.
Para los observadores más atentos, el sendero guarda otro tesoro: una gran colonia de buitres leonados, casi invisible para quien no conoce bien la zona. El vuelo de estas aves y el canto de los pájaros acompañan el recorrido hasta llegar al momento más divertido: el cruce del arroyo saltando de piedra en piedra.
El punto intermedio de la ruta es el Molino de la Paloma, testimonio del ingenio humano en armonía con la naturaleza. Aquí, un azud de piedra seca desviaba el agua para mover la maquinaria que molía el grano. Es el lugar perfecto para hacer una pausa, reponer fuerzas y admirar cómo el ser humano supo aprovechar los recursos sin alterar el equilibrio del entorno.
El regreso se realiza por el mismo camino, completando unos 7 km de recorrido apto para todas las edades. Una ruta ideal para familias, donde la naturaleza, la historia y la aventura se entrelazan en cada paso.