Nutrición
Estrés, confinamiento y comer emocional
Por
Griselda Herrero Martín
Post #17

Una de las frases más repetidas este verano cuando hemos vuelto a juntarnos con amigos y familiares ha sido el aumento de peso durante el confinamiento debido, entre otras cosas, a la falta de movimiento, el miedo, el aburrimiento o la cantidad de comida que fuimos capaces de almacenar en los ataques de pánico experimentados en los inicios de la pandemia.

Cada uno ha vivido sus circunstancias como ha podido pero todos fuimos sometidos a un periodo de estrés elevado y eso, en muchas ocasiones, acaba atacando la nevera. Y ahí es donde lanzo mi pregunta para que intentemos reflexionar un poco. Si, cualquiera de nosotros, ha estado expuesto a una situación de estrés que nos ha podido llevar a comer más, ¿cómo habrá sido la situación de los sanitarios que han estado al frente de esta pandemia? Y al hilo de esto, ¿a mayor estrés mayor comer emocional? Pues, según dicen los estudios, no tiene porqué.

Investigando en revistas científicas encontré un artículo que comparaba la relación entre la alimentación emocional y las habilidades de afrontamiento en estudiantes de enfermería sometidos a un proceso de estrés, en el que se determinó una relación entre la alimentación emocional y disponer de menos estrategias para afrontar el proceso de estrés, aunque variables como el género, la satisfacción con el peso y el peso corporal tuvieron un efecto significativo en los niveles de afrontamiento del estrés.

Existen muchos estudios, cada vez más, que relacionan la exposición a una situación de estrés con un aumento de la ingesta alimentaria y tal vez necesitemos ponernos en manos de profesionales para adquirir herramientas que nos ayuden a afrontar estas situaciones. Además, hay que tener en cuenta que durante el confinamiento han tenido lugar otras circunstancias, además del estrés, que han podido promover un aumento en las cantidades de alimentos o una peor calidad de los mismos, como el estar más tiempo en casa, el aburrimiento, ver más tiempo la televisión (y con ella, la publicidad). Todo ello buscando sensaciones de tranquilidad, bienestar, calma o simplemente para sentirnos mejor.

La falta de espacio en nuestros hogares ha provocado, por un lado la sensación de “prisioneros” de nuestra libertad, hecho que ha elevado el nivel de fatiga o angustia, pudiendo ir más veces a comer sin tener hambre, y por otro lado a disminuir el gasto calórico debido a la falta de movimiento. Se han emitido muchas sesiones de actividad física y mucha gente ha seguido practicando deporte durante los meses de encierro pero en muchos casos, el movimiento o la actividad física se ha limitado a la media hora o 45 minutos pero la falta de movimientos se ha visto alterada y traducida en un menor gasto calórico.

Podemos concluir, como muchos estudios demuestran, que estar sometido a un proceso de estrés está relacionado con un incremento de la ingesta (comer emocional) y que las estrategias de afrontamiento y el uso de las herramientas adecuadas pueden ayudar a gestionar el estrés y, con ello, nuestras elecciones alimentarias.

Imagen de Ryan McGuire en Pixabay

 

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