A veces no sabes que necesitas algo hasta que ese algo golpea tus tímpanos y te atrapa, mirándote fijamente a través del vórtice. Así nace la experiencia de Los Cósmics, un grupo que se formó una noche en un estudio improvisado con palés, cerca del río Guadelfeo, un río que, con su fuerza, crea y destruye a partes iguales. Este río dio lugar a una comunidad y a un festival que, en muchos sentidos, unió al grupo y que cada primavera recuerda su poder para transformar el paisaje con su caudal imparable.
Los Cósmics son un vehículo de catarsis, como el Guadelfeo, que utiliza la violencia para limpiar lo antiguo y dejar espacios de calma donde meditar y crecer. Sus canciones no se escriben; más bien, nacen. Se forman en lo profundo, crecen como un mantra y se crean con los ojos cerrados, posibles solo gracias a la conexión humana entre sus miembros.
Su música es un viaje desde las profundidades oscuras hacia la luz, una lucha por salir a la superficie, un recorrido por el dolor y la inevitable búsqueda interior que exige aceptar la vida en toda su complejidad. Oscuridad y luz, porros y cuchillos, buenos y malos viajes, corazones que laten y corazones rotos: la vida es brutal y Los Cósmics la celebran en toda su retorcida gloria.
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